La transcendencia siempre es grande porque si no lo fuera no tendría este nombre.
El hombre tiene el poder de la extralimitación, de no limitarse a sus límites, siempre en movimiento a un más ser que deviene finalmente mejor ser. La transcendencia aspiró durante siglos a llegar muy alto, tenía vocación de llegar a Dios.
Th. Luckmann habla de propuestas culturales que, en occidente, rebajan ahora bastante el alcance, habla de
la “pequeña transcendencia” que sacraliza el propio yo,
y la “transcendencia intermedia” que sacraliza la propia nación.
Son las transcendencias disminuidas de los dioses inmanentes.
Article 430 de la columna “Punt ètic” publicat en el diari Última Hora el dia 3 de octubre de 2019, dijous, pág. 32.