Nuestra época es la de los supermarkets, la de las grandes superficies, de los enormes almacenes. La época épica de los supers, de los hipers, y de los megas. No solo supermercados de objetos, de productos. No. Aquello más típico y característico de la actualidad es el supermercado de ideas y los supermercados de valores. Y es así como en las grandes superficies encontramos de todo, también encontramos todo lo contrario: encontramos píldoras para engordar y píldoras para enflaquecer, pastillas que te quitan el sueño y pastillas que te quitan el insomnio, botellas con y botellas sin. Vivimos momentos de globalización, pero el hecho que nos define es un mosaico, piedrecitas que se juntan, pero que cada una es independiente, una quizás roja y la del lado puede ser azul, un hombre puede ser rico y el del lado, pobre de solemnidad. Y esto que algunas pocas veces puede recibir nombre de pluralismo, casi todas las veces el nombre que le corresponde es el de insolidaridad. Sería bonito que nuestro mundo fuera el mundo de los supermarkets donde todo el mundo pudiera entrar a comprar de todo. Lo más dramático es que el mundo que sostiene supermarkets donde se vende de todo, admite millones y millones y más millones de personas que no pueden comprar nada de nada. Sociedad, la nuestra, de grandes palabras y de realidades magras: la palabra es pluralismo y la realidad es insolidaridad.
Donde deseo y esperanza se hermanan
Resulta confortable toda correspondencia armónica entre pregunta y respuesta. Tener respuesta a pregunta que uno no se hace es esterilidad, tener pregunta a la que ninguna respuesta calma es desesperación. Lo mejor consiste en cuadrar una y otra vez.