Resulta confortable toda correspondencia armónica entre pregunta y respuesta. Tener respuesta a pregunta que uno no se hace es esterilidad, tener pregunta a la que ninguna respuesta calma es desesperación. Lo mejor consiste en cuadrar una y otra vez.
La gran pregunta que interpela al hombre tiene el nombre de deseo. El humano es el gran animal del deseo, porque desea siempre y lo desea todo. La mejor respuesta a ese deseo recibe nombre de esperanza ya que cuando un humano espera, exitoso, su deseo queda complacido. En el supuesto de que el hombre esperara poco, la respuesta adecuada al deseo suyo se llamaría “obtención” dado que lo poco suele ser obtenido. Pero si el deseo que le mueve en el corazón es el deseo del todo, la respuesta tiene por nombre “esperanza”.
Nunca agradeceré suficientemente el haber conocido el cristianismo y de ser hoy practicante. El mensaje cristiano es, para mí, la instancia, conocida, -contrastada lo suficiente-, que más armonía me ha proporcionado entre la pregunta más honda que le hago a la vida y la respuesta más convincente que se me ha sido otorgada. Se trata de un logrado hermanamiento entre el deseo de totalidad y la esperanza de plenitud.