El físico y humanista alemán Albert Einstein (1879-1955), en cierta ocasión, comentó: “Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por todos los demás que por nosotros mismos”.
La madurez surge de la generosidad.
Una persona egoísta, que solo piensa en sí misma y solo se preocupa por ella misma, es inmadura.
La auténtica madurez implica donación sincera y desinteresada hacia los demás.
La persona egoísta es infantil, carece de madurez y no consigue crecer como persona.
El egoísta es ramplón y poco maduro porque solo piensa en sí mismo y se busca a sí mismo.
Del egoísta podemos esperar poco. Se ahoga en su propia satisfacción y carece de horizontes amplios y valiosos.
El egoísta es una pobre persona inmadura.
Artículo 477 de la columna “Punto ético” publicado en el diario Última Hora del jueves 22 de julio de 2021.