El tren de este escrito circulará por estos dos raíles: uno, el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que reconoce el derecho a la libertad religiosa, y el otro, los informes de los estudios estadísticos ofrecidos por la asociación “Ayuda a la iglesia necesitada”, fundada en 1947 en Bélgica, que tuvo el objetivo de ayudar a los católicos alemanes dispersos a causa de la II Guerra Mundial y ahora lo tiene extendido a todos los cristianos perseguidos.
De los 196 países del mundo, 62 violan el derecho a la confesión cristiana, de los que 26 lo hacen por vía de persecución y 36 por vía de discriminación. Se trata de países de gobiernos autoritarios, otros extremistas islámicos, cuatro de grupos nacionalistas étnico-religiosos. Si pasamos del número de estados al de personas, los resultados son espantosos, los que viven con carencia de libertad religiosa suman 5.200 millones; como lo es el tanto por ciento de cristianos que ahora viven en regímenes de acoso: el 27% .
Como resultados de esta situación represiva, estos dos: En Líbano, hace 70 años, los cristianos constituían el 60% de la población y hoy, el 5%. En Siria, antes de la guerra de 2010 había 560.000 familias cristianos, actualmente hay 140.000. Y en Europa, ¿qué ocurre? Europa no se permite el término «persecución», y se ha inventado el de «cristofobia».