Porque del primero, constantemente se escriben elogios, que a veces son justos. No seré yo quien los repruebe, pero hoy me da a mí que los segundos no cuentan con elogios merecidos. Hablo del segundo en su doble acepción: los que en la fila espacial van detrás del primero y los que en la lista cronológica suceden al primero y que a menudo se les llama “segundones”.
Pienso que, en cantidad de ocasiones, es de justicia estricta elogiarles en voz alta y en público. Porque, vamos a ver, cuando un líder político recibe al final de su alocución una fuerte ovación, ¿quién es más merecedor de la ovación, el político que lo pronunció o el funcionario que lo redactó? El primer alcalde o el primer párroco del lugar, en razón de haber puesto la primera piedra de la municipalidad o de la la iglesia, siempre serán citados en todas las reseñas históricas que se impriman, pero bien podría suceder que los que inmediatamente les sustituyeron – los segundos –, los que tuvieron que levantar, a excepción de la primera, todas las demás piedras e incluso pagar las deudas que dejó el primero por la compra del solar, nunca sean citados ni recordados. En fin, los primeros en la crónica no siempre son los primeros en méritos. Tampoco los mal llamados “segundones” son los segundos en valor.