Ésta es la llamada del interior, y a ella quiero dar respuesta. Al menos, voy a intentarlo. Cuando digo interior, me refiero al interior de mí mismo. Y cuando digo totalidad, me estoy refiriendo a mi identidad. Tengo mi ilusión puesta no sólo en resetear mi disco duro personal, sino en formatearlo. Enmendar la totalidad de una ley es no admitir la que se presenta y proponer una alternativa.
El sistema operativo que regía mis actitudes estaba muy ceñido al yo. No es ése el sistema que debe seguir rigiéndome. El centro de interés no quiero que sea el “ego” sino el “alter”, no el egoísmo sino la alteridad, no mi yo sino mi prójimo. Por años se me dijo aquello de “la caridad bien entendida comienza por uno mismo”, y me gustó tanto este comienzo que me quedé en él, en el amor a mí mismo. Estoy queriendo instalar en mi ordenador otro sistema operacional, el de “la caridad bien entendida empieza por el prójimo”. El pan feliz no es el pan que se come solo, sino el que se comparte con todos; no es nunca el pan mío, sino el pan nuestro.
También el Estado debería formatear su disco duro. El bienestar ciudadano debería ser su primer amor. En el individuo y en el Estado, la solidaridad debe primar sobre el poder.