En contra de la tesis d’Oswald Spengler que sostenía que todas las culturas se regían por el mismo proceso (nacían, crecían, florecían y morían), Arnold J. Toynbee sostuvo que cualquier cultura puede variar su curso si es capaz de ofrecer una respuesta creativa al estímulo conflictivo que se le presenta. ¿Quién se alzará con la respuesta creativa? El autor británico del famoso “Estudio de la historia” responde: se alzará la cultura que cuente con una “minoría creativa”. Benedicto XVI lo entendió así: “en una sociedad poscristiana, el futuro de la fe católica dependerá de la capacidad de la Iglesia de convertirse en contracultura, a partir de minorías creativas que vivan y comuniquen los ideales de su mensaje”.
Si así resultase, la iglesia contemporánea no haría cosa distinta de la iglesia anterior. San Benito y sus monjes (benedictinos), en el siglo V-VI, lograron neutralizar la decadencia del Imperio y conservaron la alta cultura en sus escritorios, renovaron la vieja agricultura en sus campos y la liturgia en sus oratorios. Y en el siglo XII-XIII, San Francisco y Santo Domingo con las minorías de sus frailes (franciscanos y dominicos) renovaron la Iglesia entera de su tiempo desde sus raíces. La Iglesia de Mallorca no se debe preocupar tanto en lograr el mantenimiento de sus seculares estructuras como en provocar el surgimiento de “minorías creativas” de sentido y de esperanza.