Esta noche alguien habrá ganado, ¿le parecerá esencial? Hoy alguien perderá, ¿le parecerá letal? Recuerdo que leí la novela “Memorias de Adriano” de Marguerite Youcernar. Hace tantos años que se me olvidaron los pormenores, pero guardo como oro en paño una frase del texto. Adriano obtuvo lo máximo en su vida. Y el texto incorpora, así como de repente, esta frase suya: “En el momento de escribir esto, por ejemplo, no me parece esencial haber sido emperador”. ¡Chapeau! Alguien que llega a ser emperador de Roma y eso le parece accidental, algo tiene de especial.
Han pasado años de aquella lectura. Y ahora, ¿sería yo capaz de escribir algo similar? Quizás sí. No he sido emperador de Roma ni tan siquiera de mi barrio, pero, como cualquier humano, he sido algo. En el momento de escribir estas líneas, ningún cargo que he ejercido ni texto que he escrito ni alocución que he pronunciado me parece esencial. Ni los placeres ni los éxitos tienen relevancia, y lo que menos me preocupa es la fama de los famosos. Lo esencial es bonito, pero es bien poco. Ni lo que he sido ni lo que hecho tiene categoría de esencia, la tiene lo que he ofrecido a otros o compartido con otros. Ahora, me ponen más feliz los vínculos que he establecido que los logros que pude haber obtenido.